Ruta del esplendor aristocrático y termal de Luchon, en un carrete de 36 fotografías

 

Luchon: donde la arquitectura respiraba elegancia y la aristocracia de Europa se detenía a tomar los baños

Vamos a descubrir la Ruta del esplendor aristocrático y termal de Luchon, en un carrete de 36 fotografías. Cuando el siglo XIX se inclinaba con elegancia hacia su ocaso, Bagnères-de-Luchon emergía como un escenario donde la arquitectura, la salud y la alta sociedad escribían juntos una crónica visual de esplendor. En el umbral del final del Segundo Imperio, y con la Belle Époque asomando con su perfume de progreso y refinamiento, esta villa pirenaica emprendió una transformación que le otorgó algo más que prestigio: le dio identidad y alma cosmopolita.

Bajo la sabia dirección de arquitectos como Edmond Chambert, Luchon no solo se embelleció, sino que se reinventó: marquesinas, terrazas, jardines de invierno y galerías cubiertas aparecieron no como adorno, sino como expresión de un arte de vivir que entendía que el bienestar también se construye. La ciudad se preparaba para recibir a la nobleza de Europa, a artistas célebres y a viajeros en busca de salud, belleza y ambiente.

En los años 1870, cuando el murmullo del agua termal empezaba a confundirse con lenguas extranjeras, la arquitectura dio un salto audaz hacia un eclecticismo elegante. El Casino (1878–1880), con su armonía entre ladrillo y piedra, evocaba las grandes salas de entretenimiento de las capitales imperiales. A su lado, el Parc du Casino, diseñado al estilo inglés, ofrecía un marco vegetal sereno, con caminos ondulantes, esculturas y estanques que celebraban el ocio como una forma de arte.

A partir de entonces, villas y palacetes brotaron como setas patricias entre los tilos. Pero estos no eran simples edificios: eran manifiestos personales de estética y linaje. Desde el clasicismo sobrio de la Villa Santa María hasta el delirio orientalista de los Chalets rusos, pasando por los motivos líricos tallados en la Villa Raphaël o la discreta distinción de la Villa Henriette, cada residencia reflejaba el espíritu de sus dueños —príncipes rusos, espías envueltas en misterio, escultores célebres y escritores como Dumas hijo— y de una época que entendía que la arquitectura debía hablar, emocionar y recibir.

Uno de los ejemplos más deliciosos de esta sinfonía estilística es el Pavillon Normand (1910), con sus ladrillos policromados en tonos cálidos, donde lo pintoresco normando se funde con la audacia decorativa de la Belle Époque. No muy lejos, hoteles de lujo como el Majestic o el Pyrénées Palace albergaban a reyes y embajadores, mientras el Vaporarium, excavado bajo la montaña, ofrecía su neblina cálida como susurro curativo de la tierra.

En ese cruce entre el arte y la vida, Luchon se convirtió en algo más que un balneario: fue un santuario de modernidad serena, un espejo donde la Europa de fin de siècle venía a contemplarse. Cada villa, cada friso, cada cancela de forja conserva todavía hoy los ecos de esa época —los bailes, las conspiraciones, los encuentros furtivos en el parque al anochecer—.

Porque Luchon no solo se pasea. Se respira. Se escucha. Y sobre todo, se imagina.

 

Hotel Pardeillan
Hotel Pardeillan

Hotel Pardeillan: Historia y encanto en el corazón de Luchon

En el corazón de los Pirineos franceses, donde el aire huele a montaña y a historia, se alza un edificio que ha sido testigo del esplendor termal de Bagnères-de-Luchon: el Hotel Pardeillan. Aunque hoy funciona como residencia privada, su pasado resuena en cada mosaico, balcón y piedra de su fachada.

Todo comenzó en 1856, cuando el antiguo Hôtel Moynet adoptó el nombre de Hôtel de Bordeaux. Años más tarde, en 1892, el establecimiento cambió nuevamente de nombre para rendir homenaje a su nuevo propietario, Victorien Pardeillan, un hotelero visionario que había dirigido el Hôtel du Progrès en Toulouse. Así nació el Hôtel Pardeillan, justo frente al Hôtel de France, que el propio Victorien había dejado atrás.

Tras su fallecimiento en 1893, el hotel pasó a manos de su viuda, de soltera Castex. Aunque en 1957 ya no se menciona como hotel, el edificio siguió evolucionando, transformándose en la actual residencia Pardeillan, sin perder su esencia.

El edificio, probablemente construido en el primer cuarto del siglo XIX, fue ampliado en la década de 1930 con una planta adicional de estilo Art Déco. Su fachada es una joya arquitectónica: un friso de mosaico recorre la tercera planta, interrumpido delicadamente por ventanas arqueadas, mientras que las balaustradas de las plantas inferiores exhiben motivos de arpas, símbolo de elegancia y armonía.

Hoy, Le Pardeilhan (como se le conoce actualmente) ofrece alojamiento tipo apartamento, ideal para quienes buscan una estancia con historia, estilo y cercanía a las termas, senderos y paisajes de ensueño de Luchon.

Bagnères-de-Luchon Hôtel Le Castel d’Alti
Bagnères-de-Luchon Hôtel Le Castel d’Alti

Castel d’Alti: un viaje por la historia viva de Luchon

En el número 21 de las majestuosas Allées d’Étigny, en pleno corazón de Bagnères-de-Luchon, se alza un edificio que ha sido testigo de revoluciones, visitas reales y transformaciones urbanas: el Castel d’Alti, un hotel de 4 estrellas que guarda entre sus muros más de dos siglos de historia.

Todo comenzó a finales del siglo XVIII, cuando el intendente Fournier de Lachapelle proyectó construir unas nuevas termas frente a las Allées. Sin embargo, la Revolución Francesa interrumpió las obras y las piedras destinadas a ese ambicioso proyecto fueron reutilizadas para levantar nuevos edificios, entre ellos, la Maison Cazat. Esta casa, vinculada a Bernard Cazat —primer cónsul de la ciudad y figura clave de la época—, se convirtió en un símbolo de la resiliencia arquitectónica de Luchon.

El 18 de julio de 1823, la duquesa de Angulema, hija de Luis XVI, se alojó en esta misma casa durante su paso por los Pirineos. Décadas más tarde, en torno a 1870, fue adquirida por el Sr. Mazens, quien añadió una oficina de correos. Aunque en 1920 se planteó convertirla en una casa de turismo municipal, finalmente fue vendida en 1921.

En los años 30, el edificio renació como el Castel-Hôtel, dirigido por el Sr. Boy. Pero el tiempo no perdona, y tras años de cierre y abandono, el inmueble fue adquirido en 2017 por SCI Lazaro Frères, quienes emprendieron una restauración ejemplar. Conservando su elegante fachada original, el edificio fue transformado en el actual Castel d’Alti, que abrió sus puertas tras dos años de meticulosas reformas.

Hoy, el Castel d’Alti ofrece una experiencia de alojamiento que combina el encanto de una maison de maître del siglo XVIII con las comodidades modernas: spa, piscina interior, habitaciones elegantes y una ubicación privilegiada entre montañas, termas y pistas de esquí.

Oficina de Turismo
Oficina de Turismo

Château Lafont-Lassalle: la memoria noble de Luchon convertida en Oficina de Turismo

En el número 18 de las Allées d’Étigny, entre jardines termales y fachadas decimonónicas, se alza un edificio que parece sacado de una novela histórica: el Château Lafont-Lassalle, actual sede de la Oficina de Turismo de Bagnères-de-Luchon. Pero tras sus muros de piedra se esconde una historia que va mucho más allá del turismo.

Construido en 1773 por Marc-Marie de Lassus-Nestier, barón de Labarthe y señor de múltiples feudos pirenaicos, este pequeño castillo fue erigido sobre un terreno adquirido a Guillaume Estradère, justo cuando el intendente d’Étigny trazaba las avenidas que transformarían Luchon en una ciudad termal de referencia. Lassus-Nestier, diputado a los 19 años y defensor de ideas liberales, no escapó a la violencia de la Revolución: fue guillotinado en 1794 durante el Terror, a pesar de sus esfuerzos por demostrar su civismo.

El edificio, de planta cuadrada y aspecto feudal, conserva su imponente portalón de entrada, que da paso a un vestíbulo presidido por una escalera monumental dividida en cuatro descansillos. En su interior, aún se pueden admirar puertas, chimeneas y boiseries de estilo Luis XV, testigos silenciosos de una época de esplendor y tragedia.

Hoy, este castillo acoge no solo a los visitantes que buscan información turística, sino también —aunque actualmente cerrado— al Museo del País de Luchon, en su planta superior. Es un lugar donde el pasado aristocrático de la ciudad se entrelaza con su presente acogedor y cultural.

Maison Colomic
Maison Colomic

Maison Colomic: del linaje al poder municipal en el corazón de Luchon

En el número 23 de las elegantes Allées d’Étigny, donde la historia se pasea entre plátanos centenarios y fachadas señoriales, se alza un edificio que ha sido testigo de siglos de vida luchonesa: la Maison Colomic, actual sede del Ayuntamiento de Bagnères-de-Luchon.

Construida en 1837 para Bernard Colomic, esta casa noble fue levantada entre 1845 y 1848 y ampliada en 1860. Durante décadas, se alquilaba durante la temporada de baños, cuando la ciudad bullía con visitantes aristocráticos y burgueses en busca de salud y aire puro. La familia Colomic, profundamente arraigada en la historia local, dio a Luchon varios cónsules y alcaldes: desde Pierre a finales del siglo XVII, hasta Lucien, que fue primer teniente de alcalde entre 1848 y 1870 y alcalde en 1884.

En 1928, la viuda de Hector Colomic legó el edificio a la ciudad. Poco después, se instaló allí la escuela de esquí, símbolo del nuevo impulso turístico de Luchon. Tras el incendio del antiguo ayuntamiento en 1935, el consistorio se trasladó definitivamente a esta casa, que incorporó a su fachada la escalera monumental del casino, tras la demolición del pabellón central en 1929.

Pero la Maison Colomic no solo guarda historia política. También fue el último hogar del pintor Romain Cazes, discípulo de Ingres, quien dejó su huella en las iglesias de Luchon, Saint-Mamet y Oloron-Sainte-Marie, así como en los frescos alegóricos de las termas. Murió aquí en 1881, a los 73 años, tras una vida dedicada al arte y a su tierra.

Hoy, este edificio no solo alberga la administración municipal: es un símbolo vivo de la memoria luchonesa, donde cada piedra cuenta una historia y cada rincón respira pasado.

Hôtel d’Angleterre
Hôtel d’Angleterre

Hôtel d’Angleterre: el esplendor perdido de un gigante de las Allées d’Étigny

En la esquina del número 24 de las Allées d’Étigny y la plaza Pierre Lauret, donde hoy se alza un banco, hubo una vez un hotel que fue sinónimo de elegancia, cosmopolitismo y vida social: el Hôtel d’Angleterre. Su nombre no era casual: buscaba atraer a la nutrida comunidad inglesa que, en el siglo XIX, encontraba en Luchon un refugio de salud y sofisticación.

Construido antes de 1850 sobre un terreno de Noël Tron, padre del influyente alcalde Charles Tron, el hotel fue durante décadas un símbolo del auge termal de la ciudad. Aunque la familia Tron no lo dirigía directamente, se reservaba un piso entero para recibir a sus distinguidos invitados. En 1879, el hotel fue alquilado al Sr. Séveilhac, célebre cazador de ciervos, y más tarde dirigido por figuras como Devriès, Dardignac y Théophile Séghin.

El Hôtel d’Angleterre no solo ofrecía alojamiento: era un escenario de la vida cultural luchonesa. En julio de 1870, una velada musical improvisada en sus jardines reunió a la élite local y visitantes parisinos en apoyo al ejército francés, con actuaciones de artistas de la Opéra-Comique y un cierre vibrante con la Marsellesa.

Tras una quiebra en 1888 y un incendio parcial en 1927, el hotel fue reconstruido en estilo Art Déco, con una fachada marcada por bow windows, balcones con ménsulas y columnas inspiradas en la arquitectura egipcia, tan de moda tras el hallazgo de la tumba de Tutankamón. Las vidrieras y el friso de dientes de sierra añadían un juego de luces y sombras que lo convertían en una joya visual.

Durante la Segunda Guerra Mundial, su céntrica ubicación lo convirtió en sede de la Kommandantur alemana, y en 1962 cesó su actividad hotelera. El edificio fue dividido en pisos y, más tarde, parcialmente demolido para dar paso a una plaza pública. El mítico “American Bar” ocupó su esquina durante un tiempo, antes de desaparecer también.

Hoy, solo las fotografías y los relatos como este mantienen viva la memoria de un hotel que fue mucho más que un alojamiento: fue un protagonista silencioso de la historia de Luchon.

La casa de Tron
La casa de Tron

La Casa Tron: el corazón privado del hombre que reinventó Luchon

En el número 1 de la avenida Galliéni, ligeramente retirada de la calle y flanqueada por jardines, se alza una villa que parece susurrar historias de poder, ambición y refinamiento: la Casa Tron, residencia personal de Charles Tron, el hombre que convirtió a Bagnères-de-Luchon en la joya termal de los Pirineos.

Construida entre 1854 y 1855 por el arquitecto Edmond Chambert —el mismo que diseñó las nuevas termas de la ciudad—, esta villa de dos plantas con buhardilla retranqueada fue concebida como un refugio privado para Tron, quien reservó para sí el sótano y la planta baja, mientras destinaba los pisos superiores al personal del cercano Hôtel d’Angleterre, también de su propiedad.

La fachada, decorada con frisos de mármol de Saint-Béat, luce un detalle singular sobre el porche: un tocón de árbol con raíces, un “arma parlante” que alude directamente al apellido del propietario. El conjunto arquitectónico, de volumen cúbico y tejado en pabellón, refleja la elegancia sobria de la alta burguesía del Segundo Imperio.

Pero la Casa Tron es mucho más que una residencia: es el epicentro simbólico de un proyecto urbano ambicioso. Charles Tron (1817–1881) fue alcalde de Luchon durante más de dos décadas, diputado, consejero general y ferviente bonapartista. Inspirado por el modelo haussmanniano de París, impulsó la creación de bulevares, jardines, termas, un casino municipal y hasta una carretera hacia España por el Col de la Glère. Su visión convirtió un pueblo de montaña en una ciudad-balneario de renombre internacional.

Desde su villa, Tron orquestó la transformación de Luchon con una mezcla de pragmatismo político y sensibilidad estética. El jardín inglés con lago y chiringuito rústico, el trazado de avenidas sombreadas, la estatua del intendente d’Étigny o la ampliación del paseo de la Pique son solo algunas de las huellas que dejó en el paisaje urbano.

Hoy, la Casa Tron permanece como testigo silencioso de esa época dorada. No es solo una residencia histórica: es el reflejo íntimo de un hombre que soñó una ciudad y la hizo realidad.

Número 41, allée d'Étigny
Número 41, allée d’Étigny

Números 41, 43 y 45 de las Allées d’Étigny: el Palladio de los Pirineos

En el corazón de Bagnères-de-Luchon, donde las Allées d’Étigny despliegan su elegancia entre plátanos centenarios y fachadas señoriales, hay un trío de edificios que detiene el tiempo: los números 41, 43 y 45, una auténtica enfilade de inspiración palladiana que encarna el espíritu monumental del Segundo Imperio.

Construidos a mediados del siglo XIX, estos inmuebles rinden homenaje al arquitecto renacentista Andrea Palladio, cuyas proporciones armónicas y simetría clásica inspiraron a generaciones de constructores europeos. Aquí, en Luchon, esa influencia se traduce en fachadas perfectamente simétricas, ventanas de remate circular, pilastras, arquitrabes y buhardillas que coronan tejados de pizarra con discreta majestuosidad.

Número 43 allée d'Étigny
Número 43 allée d’Étigny

El número 43, con la fecha de 1843 inscrita sobre su puerta, marca el inicio de esta alineación arquitectónica que aún conserva su doble escalera de acceso y una reja metálica ornamentada, elementos que antaño se repetían en otras partes de la ciudad pero que hoy sobreviven aquí como testimonio de una época dorada.

Los balcones de hierro forjado, con sus motivos florales y geométricos, añaden un toque de ligereza a la solidez de la piedra, mientras que la disposición en hilera de los tres edificios crea un efecto escénico que recuerda a los palacios venecianos reinterpretados en clave alpina.

Número 45 allée d'Étigny
Número 45 allée d’Étigny

Este conjunto no solo es bello: es un símbolo del gusto refinado que definió a Luchon como destino de veraneo de la alta sociedad europea. Pasear frente a ellos es como hojear una página viva de la historia urbana del siglo XIX.

59 Sacarrère allée d'Étigny
59 Sacarrère allée d’Étigny

El edificio Sacarrère y la calle Sylvie: elegancia, visión y comercio en el Luchon del siglo XIX

En el número 59 de las Allées d’Étigny, una de las arterias más nobles de Bagnères-de-Luchon, se alza el edificio Sacarrère, una construcción de tres plantas que aún conserva el aire distinguido de su época. Fue mandado construir por Guillaume Sacarrère (1787–1842), originario de Saint-Mamet, quien levantó dos edificios contiguos con acceso a través de un elegante pórtico con doble escalera. Las ventanas, separadas por columnas planas con capiteles, aportan un ritmo clásico a la fachada.

Pero la historia no termina en la arquitectura. Su hija, Mademoiselle Sylvie Sacarrère (1808–1869), tuvo una idea brillante: aprovechando los terrenos familiares situados detrás del edificio, al otro lado de la rue d’Espagne (hoy rue des Barriés), decidió abrir un pasaje a través de su casa, con una escalera que permitía cruzar directamente desde las Allées hasta el nuevo terreno.

Vista del Hôtel d'Etigny desde la Rue Sylvie
Vista del Hôtel d’Etigny desde la Rue Sylvie

Así nació la calle Sylvie, una vía privada que se convirtió rápidamente en un animado corredor comercial. A ambos lados se instalaron tiendas que abrían durante la temporada termal: fotógrafos, libreros, cafés, sastres, zapateros, confiteros, peluqueros y anticuarios daban vida a este encantador pasaje. Incluso se construyó el Chalet de l’Avenir, y más adelante se instaló allí la Oficina de Correos, consolidando la importancia del lugar.

Cuando se inauguró el Casino de Luchon en 1880, se abrió una puerta en la verja que lo rodeaba, permitiendo el acceso directo desde la rue Sylvie. Así, el pasaje Sacarrère se convirtió en un punto estratégico entre el ocio, el comercio y la vida social de la ciudad.

Hoy, aunque el bullicio de antaño se ha atenuado, el edificio Sacarrère y la calle Sylvie siguen siendo testigos de una época en la que la visión de una familia transformó un rincón de Luchon en un vibrante eje urbano.

Hotel Sacaron
Hotel Sacaron

Hôtel Sacaron: el palacio de la aristocracia en el corazón de Luchon

En el número 67 de las Allées d’Étigny, donde hoy se alza la tranquila Résidence Sacaron, hubo una vez un hotel que fue sinónimo de lujo, prestigio y vida social internacional: el Hôtel Sacaron. Su historia comienza con Auguste Tambourin, apodado “Sacaron”, quien en el siglo XIX dejó el Hôtel du Lion d’Or en el Faubourg de Barcugnas para instalarse en este nuevo enclave, formado por la fusión de varios edificios (números 63, 65 y parte del 67), que fueron ampliados con tres plantas adicionales.

Durante más de medio siglo, el Sacaron fue el epicentro del turismo de élite en los Pirineos. Por sus salones desfilaron reyes, príncipes, duques y magnates: desde Leopoldo II de Bélgica hasta Manuel II de Portugal, pasando por el príncipe Sixto de Borbón-Parma y el príncipe serbio Arsène Karageorgewitch. Todos ellos, acompañados de su séquito, encontraban en el Sacaron un refugio de confort y distinción.

El edificio, con su fachada sobria y elegante, ofrecía vistas al jardín y una ubicación privilegiada a pocos pasos del casino, las termas y el teleférico. Su arquitectura, aunque menos ostentosa que otros hoteles de la Belle Époque, irradiaba una nobleza discreta que lo convirtió en uno de los favoritos de la alta sociedad europea.

A finales de los años 60, el hotel cerró sus puertas y fue reconvertido en viviendas. Hoy, bajo el nombre de Résidence Sacaron, aún conserva parte de su encanto original, y algunos apartamentos han sido restaurados con gusto para acoger a nuevos viajeros que, sin saberlo, duermen donde una vez lo hicieron reyes.

 

Gran chalet Spont
Gran chalet Spont

Chalets Spont: un rincón suizo en el corazón de Luchon

En el número 56 de las Allées d’Étigny, donde los Pirineos se visten de elegancia termal, se alzan tres chalets que parecen haber sido transportados desde las orillas del lago Lemán: los Chalets Spont, una joya arquitectónica nacida del amor, la nostalgia y la visión estética de una pareja inolvidable.

Todo comenzó en 1853, cuando el doctor Simon Spont, natural de Portet-de-Luchon, se casó con Hortense Soulerat, hija del alcalde de la ciudad. Como parte de su dote, Hortense aportó un extenso terreno al final de las Allées. Tras su luna de miel en Suiza, la pareja quedó fascinada por la arquitectura alpina y encargó al arquitecto Edmond Chambert —el mismo de las termas— la construcción de tres chalets al estilo suizo.

El Gran Chalet, orientado al sur y fechado en 1855, luce en su fachada las iniciales entrelazadas S.S. de Spont-Soulerat. Los otros dos chalets, más pequeños, completan este conjunto pintoresco que rompía con la sobriedad neoclásica de la época. En 1993, sus fachadas y cubiertas fueron declaradas Monumento Histórico, reconociendo su valor patrimonial.

Pero la historia de los Spont fue tan breve como intensa. Simon murió en 1857, con solo 34 años, y Hortense lo siguió cuatro meses después, consumida por la pena. Sus hijas, Marie y Renée, también murieron jóvenes. A pesar de la tragedia, los chalets siguieron vivos, acogiendo a huéspedes ilustres como el mariscal Régnaud de Saint-Jean d’Angély y la familia Rostand, que alquilaba el primer piso del Gran Chalet durante las temporadas de baños.

Durante la ocupación alemana, entre 1942 y 1944, el Gran Chalet fue requisado como sede del servicio de aduanas nazi. Más tarde, un incendio en 1974 dañó el ático, que fue restaurado respetando su decoración original.

Frente a los chalets, una hilera de tiendas de madera animaba las Allées: librerías, joyerías, bazares, tiendas de bastones y la inolvidable peluquería de Jean Carrère, un personaje tan carismático que convirtió la avenida en su sala de espera al aire libre. Su loción de “leche de zorro” contra la calvicie fue solo una de sus muchas genialidades.

Hoy, los Chalets Spont siguen en pie como un susurro de tiempos pasados, donde el amor, la arquitectura y la historia se entrelazan bajo los tejados inclinados de madera.

Termas de Chambert
Termas de Chambert

Termas Chambert: 2000 años de salud y vapor en el corazón de Luchon

En el corazón de los Pirineos franceses, donde las montañas respiran historia y el aire huele a azufre, se encuentran las Termas Chambert de Bagnères-de-Luchon, un santuario de bienestar que lleva casi dos milenios cuidando cuerpos y almas.

Ya en tiempos de los romanos, grandes devotos de los placeres del agua, se conocían las propiedades curativas de estas fuentes sulfurosas. Las primeras piscinas termales datan de la Antigüedad, y desde entonces, las aguas más sulfurosas de los Pirineos han sido aprovechadas por generaciones de viajeros, nobles y artistas.

Pero fue en el siglo XIX cuando las termas vivieron su gran transformación. El arquitecto Edmond Chambert, figura clave del urbanismo luchonés, diseñó un edificio monumental que aún hoy impresiona: una fachada de mármol blanco con 28 columnas monolíticas, que da paso a un interior donde el vapor y la historia se entrelazan.

El complejo es famoso por su especialización en afecciones respiratorias y reumatológicas, y por albergar una joya única en Europa: el Vaporarium, una galería subterránea natural de vapor sulfurosos que actúa como un hammam natural. Cantantes, actores y curistas de toda Europa han acudido a Luchon para cuidar su voz y su salud en este entorno incomparable.

Hoy, las Termas Chambert combinan técnicas tradicionales —chorros a presión, inhalaciones, baños de lodo— con programas modernos de bienestar, en un entorno que conserva el esplendor de la Belle Époque y la serenidad de un templo antiguo.

El pabellón Príncipe Imperial
El pabellón Príncipe Imperial

Pabellón del Príncipe Imperial: vapor, mármol y nobleza en Luchon

En el corazón del complejo termal de Bagnères-de-Luchon, entre columnas de mármol y vapores sulfurosos, se alza un edificio que parece susurrar secretos imperiales: el Pabellón del Príncipe Imperial, una joya arquitectónica que encarna el esplendor de la Belle Époque y la fascinación de la aristocracia europea por las aguas de Luchon.

Todo comenzó en 1867, cuando el joven Luis Napoleón Bonaparte, hijo de Napoleón III y la emperatriz Eugenia, fue enviado a Luchon para recibir tratamiento. El arquitecto Edmond Chambert, artífice de las nuevas termas, construyó en tiempo récord un pabellón de madera con salón, baño y piscina, reservado exclusivamente para el príncipe de 11 años.

Tras un incendio, el edificio fue reconstruido en 1888 y se convirtió en un baño privado para huéspedes VIP. Uno de sus visitantes más fieles fue el rey Leopoldo II de Bélgica, quien acudía cada mañana durante sus estancias en la ciudad.

En 1953, los arquitectos Georges Appia y Bertrand Artigala diseñaron el actual pabellón, inspirado en las columnatas de las termas de Chambert. Inaugurado en julio de 1955, el edificio destaca por su terraza con cúpula central acristalada, una claustra de cemento con nueve paneles translúcidos y un atrio central con fuente de mármol que recoge aguas de los distintos manantiales del balneario.

La escultura “La Baigneuse”, obra del artista local Maurice Boy, preside la zona de refresco. En las esquinas del atrio se encuentran salas de pediluvios, gargarismos y baños nasales, mientras que en la planta superior, accesible por una escalera de mármol, se ofrecen tratamientos especializados como duchas faríngeas, insuflaciones y lavados “Proëtz”, realizados por médicos.

Hoy, el Pabellón del Príncipe Imperial sigue siendo un símbolo de la elegancia termal de Luchon, donde la historia se respira entre vapores y mármoles.

El nuevo vaporarium
El nuevo vaporarium

Vaporarium de Luchon: el hammam natural que respira historia

En el corazón de los Pirineos, bajo la ciudad de Bagnères-de-Luchon, se esconde un tesoro termal único en Europa: el Vaporarium, un hammam natural excavado en la roca granítica por donde fluye vapor sulfurosos directamente desde las entrañas de la montaña. Con más de 150 metros de galerías subterráneas, este espacio ofrece una experiencia de bienestar ancestral, donde el cuerpo se relaja y la historia se respira.

El primer vaporarium moderno fue construido en 1929, pero el actual edificio fue diseñado a partir de 1957 bajo el mandato del alcalde Alfred Coste-Floret y se inauguró el 13 de mayo de 1970, según los planos del arquitecto Paul de Noyers. Su construcción supuso la demolición del antiguo bar de refrescos del Pré y la modernización de las galerías termales.

El edificio, de hormigón y cristal, alberga los servicios de reumatología y está decorado con un dragón de cristal y tres medallones de inspiración romana del escultor local Maurice Boy. En su fachada oriental, una inscripción en latín proclama con orgullo: “Balneum Lixonense post Neapolitense Primum” —“Los baños de Luchon son los primeros después de los de Nápoles”—, un lema creado en el siglo XIX para subrayar la excelencia de sus aguas.

Dentro, el vaporario ofrece temperaturas entre 38 °C y 42 °C, ideales para la relajación muscular, la limpieza de la piel y la eliminación de toxinas. Tras el recorrido, los visitantes pueden disfrutar de una piscina termal con camas de burbujas, cuellos de cisne e hidrojets, además de duchas frías y zonas de descanso.

Hoy, el Vaporarium forma parte del centro Luchon Forme & Bien-Être, que incluye también sauna, jacuzzi, gimnasio y solárium. Un lugar donde el pasado fluye con el vapor y el bienestar se convierte en un ritual.

Bagnères-de-Luchon Ours des Pyrénées
Bagnères-de-Luchon Ours des Pyrénées

El Oso de los Pirineos: arte, leyenda y ternura en el corazón de Luchon

A los pies del edificio del Vaporarium, entre vapores sulfurosos y jardines termales, se encuentra una escultura que ha conquistado el corazón de generaciones: el Oso de los Pirineos, una figura de bronce que es mucho más que un simple adorno urbano.

Obra del escultor Georges-Lucien Guyot (1885–1972), esta pieza fue adquirida por el Estado francés en octubre de 1950 y entregada a la ciudad de Bagnères-de-Luchon pocos días después. Guyot, figura destacada de la escultura animalista del siglo XX y amigo íntimo de François Pompon, formó parte del célebre Grupo de los Doce, junto a artistas como Jane Poupelet y Paul Jouve. Hasta el final de su vida, trabajó en el mítico estudio de Picasso en el Bateau-Lavoir de Montmartre.

El oso, con su postura serena y su hocico suavemente inclinado, se ha convertido en un símbolo entrañable de la ciudad. Niños y adultos lo acarician como si fuera un tótem, y no falta quien le susurre deseos al oído. Pero también tiene su lado pícaro: en los años 60, los jugadores de petanca que no lograban anotar ni un solo punto eran enviados, entre risas, a “besarle donde la espalda pierde su nombre”, para deleite del público.

Más allá de la anécdota, esta escultura rinde homenaje al oso pardo, animal emblemático de los Pirineos y símbolo de la conexión entre Luchon y su entorno natural. Su ubicación, junto al Vaporarium, lo convierte en un punto de encuentro entre arte, naturaleza y bienestar.

Estatua del valle del LIs
Estatua del valle del Lis

La estatua del Valle del Lys: mármol, mito y montaña en el corazón de Luchon

En el parque de los Quinconces, junto al lago y bajo la sombra de los árboles centenarios, se alza una figura de mármol blanco que parece surgir de un sueño alpino: la estatua del Valle del Lys, una alegoría esculpida por el artista luchonés Jean-Marie Mengue que encarna la belleza salvaje y sublime de uno de los parajes más emblemáticos de los Pirineos.

Todo comenzó en agosto de 1898, cuando un grupo de Cadetes de Gascuña, tras una excursión al valle junto al director de Bellas Artes Henry Roujon, propuso erigir una estatua que simbolizara la emoción que les había provocado aquel paisaje. El proyecto fue aprobado rápidamente por el ayuntamiento y respaldado por el Estado, que aportó los bloques de mármol de Carrara. Mengue, medalla de oro en el Salón de 1896, fue el encargado de dar forma a la idea.

La escultura representa a una ninfa desnuda, reclinada y temerosa al borde de un precipicio, con flores primaverales en el pecho y el cabello, mientras con una mano arranca un lirio de una cascada invisible. El artista defendió su elección estética con firmeza: “Yo mismo no conozco ninguna ninfa que haya sido representada con velo”, escribió al alcalde en 1899.

Aunque fue presentada en el Salón de Bellas Artes de 1900, la estatua permaneció almacenada durante tres años por falta de fondos municipales. Finalmente, fue instalada sobre un lecho de rocas por los obreros de la ciudad e inaugurada el 6 de septiembre de 1903, junto al grupo escultórico de Caín y Abel.

Curiosamente, el nombre del valle ha dado lugar a un malentendido poético: “Vallée du Lys” no hace referencia a la flor de lis, sino a la palabra gascona litz, que significa avalancha. Así, la ninfa no solo representa la belleza, sino también la fuerza indómita de la naturaleza pirenaica.

Pavillon des bains émollients
Pavillon des bains émollients

Pavillon des Bains Émollients: del vapor vegetal al arte termal en Luchon

En el corazón del Parc des Quinconces, entre árboles centenarios y senderos de grava, se alza un edificio de aire exótico que parece sacado de un cuento oriental: el Pavillon des Bains Émollients, conocido más tarde como Pavillon Moureu y hoy convertido en la acogedora Maison du Curiste.

Su historia comienza en 1893, cuando el arquitecto Thillet diseñó este pabellón por encargo de la Compagnie Fermière des Thermes. A pesar de las protestas de los vecinos, que temían la desfiguración del parque, el edificio fue inaugurado en 1894. Su decoración exterior con frisos de loza coloreada y carpintería tallada le confiere un inconfundible aire oriental que aún hoy llama la atención.

Aquí se ofrecían los famosos baños émollients, preparados con ingredientes como salvado, almidón, glicerina, manzanilla o cal, destinados a calmar los nervios y suavizar la piel. Estos tratamientos se alternaban con los baños sulfurosos tradicionales, ofreciendo una experiencia más delicada y sensorial.

En 1920, el pabellón fue reconvertido para albergar baños radiactivos, utilizando las aguas de la fuente Lepape. Fue entonces rebautizado como Pavillon Moureu, en homenaje al químico Charles Moureu. Su arquitectura en forma de U albergaba cabinas de baño, duchas, vestuarios, lavandería y hasta una vivienda para el vigilante.

Durante los años 80, el edificio vivió una etapa curiosa como sede de Radio Pays de Luchon, antes de transformarse en lo que es hoy: la Maison du Curiste, un espacio cultural y de descanso para los visitantes. Aquí se celebran exposiciones, conferencias, juegos de mesa y encuentros entre curistas, en un entorno que combina historia, bienestar y comunidad.

Hôtel des Princes luego villa Pyrène
Hôtel des Princes luego villa Pyrène

Villa Pyrène: de hotel principesco a joya patrimonial en el corazón de Luchon

En la esquina de la Allée des Bains y el cours des Quinconces, donde el murmullo de las fuentes se mezcla con el eco de los Pirineos, se alza una de las villas más singulares de Bagnères-de-Luchon: la Villa Pyrène, antigua sede del Grand Hôtel des Princes, un establecimiento de lujo fundado hacia 1860 por el fabricante de chocolate Guillaume Estrade-Berdot.

Este hotel, especializado en cenas a la carta y provisiones para excursionistas, ofrecía vistas privilegiadas a la Venasque y funcionaba como pensión inglesa durante la temporada termal. Tras la muerte de su fundador, fue adquirido en 1895 por el doctor Vignaux, quien transformó el edificio en una residencia privada y le dio su nombre actual: Villa Pyrène, en honor a la princesa mitológica que, según la leyenda, dio nombre a los Pirineos.

El edificio principal, de tres plantas cuadradas y una buhardilla, está flanqueado por dos pabellones laterales. El Dr. Vignaux rediseñó el conjunto con verandas de hierro forjado, decoraciones cerámicas y una iconografía que mezcla ciencia, naturaleza y mitología. Tras su fallecimiento, el doctor Bazerque abrió allí su consulta en 1919.

Las pinturas murales representan paisajes montañosos, fauna pirenaica y la figura de la ninfa Pyrène, mientras que las esculturas evocan escenas alegóricas: una mujer con velo vierte un líquido en una copa sostenida por otra figura arrodillada, en una clara alusión a la fuente de vida. Los mosaicos de entrada y salida saludan al visitante con las inscripciones latinas SALVE y VALE.

Desde 2004, la villa está protegida como Monumento Histórico, incluyendo sus fachadas, tejados, verandas y la verja de la Allée des Bains. Hoy, convertida en residencia privada, la Villa Pyrène sigue siendo un testimonio vivo del esplendor termal de Luchon y de su capacidad para transformar la arquitectura en poesía.

Busto de Edmond Rostand
Busto de Edmond Rostand

Edmond Rostand en Luchon: el poeta que floreció entre montañas

Mucho antes de que Cyrano de Bergerac conquistara los escenarios de París, Edmond Rostand ya había encontrado su primer teatro: los valles, jardines y salones de Bagnères-de-Luchon. Desde los dos años de edad, pasó aquí veintidós veranos consecutivos, entre 1872 y 1895, en lo que él mismo consideró la etapa más feliz de su vida.

Fue en la Villa Julia, residencia familiar, donde escribió sus primeros versos, organizó funciones teatrales caseras y, por única vez en su vida, actuó sobre el escenario del Casino. En Luchon descubrió la montaña, la libertad, el amor por la naturaleza y el arte. Aquí también conoció a Rosemonde Gérard, su futura esposa, musa y compañera inseparable.

Curiosamente, esta etapa ha sido poco explorada por sus biógrafos, eclipsada por su infancia en Marsella, su carrera parisina y su retiro en Cambo-les-Bains. Sin embargo, como recuerda Christian de Miègeville, fue en Luchon donde nació el poeta, donde se forjaron sus emociones más puras y donde se estrenó, en 2019, un acto de su obra inédita La Maison des Amants.

En 2022, la ciudad conmemoró el centenario del busto de Rostand, instalado en el parque del Casino, con lecturas y homenajes que devolvieron al poeta a su paisaje de juventud. Hoy, una avenida, un parque y un liceo llevan su nombre, y la Villa Julia aún se alza, custodiada por una secuoya gigante, como testigo silencioso de aquel niño que soñaba en verso.

Villa Édouard
Villa Édouard

Villa Édouard: el castillo neogótico que vigila el sur de Luchon

En el extremo sur del triángulo de villas delimitado por los bulevares Edmond Rostand y Henri de Gorsse, donde la allée des Bains se encuentra con el murmullo del río La Pique, se alza una residencia que parece salida de un cuento medieval: la Villa Édouard, también conocida en sus orígenes como el Castelet Bonnemaison.

Fue en 1861 cuando el arquitecto termal Edmond Chambert recibió el encargo de diseñar una villa para Jean Amédée Bonnemaison. El primer proyecto fue rechazado por considerarse demasiado discreto. El propietario deseaba una fachada que destacara, que hablara de estatus y estilo. Chambert respondió con un diseño audaz, cargado de referencias a la arquitectura medieval, y así nació este pequeño castillo urbano.

Terminada en 1863, la villa fue concebida para el alquiler de veraneantes de alta sociedad. Su estilo neogótico se manifiesta en los dos torreones laterales con tejados cónicos, ventanas en cruz, ménsulas decorativas y un cuerpo central rematado por un frontón de ladrillo. El interior estaba organizado con precisión: en el primer piso se alojaban los propietarios, y en el ático, los criados. Cada nivel contaba con cuatro dormitorios, lo que revela tanto su funcionalidad como su vocación de residencia de prestigio.

Desde 2003, la Villa Édouard está inscrita como Monumento Histórico, incluyendo sus fachadas, cubiertas, portales y dependencias anexas. Hoy, sigue siendo una de las villas más fotogénicas y evocadoras de Luchon, testigo de una época en la que la arquitectura era también una forma de narrar aspiraciones.

Villa Julia
Villa Julia

Villa Julia: el rincón donde floreció el alma de Edmond Rostand

En el corazón verde de Bagnères-de-Luchon, al abrigo del bullicio de las Allées d’Étigny y con vistas al macizo de la Venasque, se alza una casa que parece susurrar versos al viento: la Villa Julia, también conocida como el Chalet Rostand. Fue aquí donde Edmond Rostand, el futuro autor de Cyrano de Bergerac, pasó 22 veranos de su infancia y juventud, y donde escribió sus primeros versos.

La historia comienza en 1870, cuando la familia Rostand alquila el primer piso del Gran Chalet Spont. Enamorados de Luchon, adquieren varias parcelas en el barrio de Lande de Piqué, junto al río La Pique, y en 1872 inician la construcción de su propia villa. Mientras se levantaban los muros, alquilaron la Villa Devalz, justo enfrente, para supervisar las obras. El chalet fue bautizado como Villa Julia, en honor a Juliette, la hija mayor del matrimonio.

La casa, de inspiración alpina, combina mampostería en la planta baja y madera tallada en el primer piso, con lucernas, lambrequines y un balcón central de madera que da a la habitación de Edmond. La tradición dice que ese balcón inspiró la célebre escena entre Cyrano y Roxane. En el interior, una escalera de caracol monumental articula los espacios, mientras que las habitaciones del servicio se orientaban hacia el casino.

Rodeada por un jardín exuberante y una secuoya gigante, la villa ofrecía a los Rostand un refugio de naturaleza, silencio y belleza. Desde sus ventanas se contemplaban los picos de Picade y Sauvegarde, el bosque de Montauban, el monte Casseyde y el murmullo del río. Era, como escribió alguien, “una virgen tumbada en un lecho de verdor, que se duerme al canto de los pájaros y despierta a las caricias del Céfiro”.

En 1991, los Compagnons Charpentiers du Devoir restauraron su tejado, y en 1993 fueron galardonados con la medalla Clément V por su labor. En 2019, la villa fue puesta en venta, lo que despertó un movimiento ciudadano que propuso convertirla en casa-museo dedicada a Edmond Rostand, como su célebre Villa Arnaga en Cambo-les-Bains.

Villa Santa María o Narischkine
Villa Santa María o Narischkine 

Villa Santa María o Narischkine: un refugio imperial en el corazón de los Pirineos

En Bagnères-de-Luchon, donde las montañas susurran historias de reyes, escritores y damas exóticas, una villa discreta pero majestuosa se erige como testimonio silencioso de un siglo dorado. La Villa Santa María, también conocida como Villa Narischkine, es mucho más que una elegante residencia: es un tapiz de vidas entrelazadas entre Rusia, Francia y la literatura universal.

 De molino a morada aristocrática

El edificio original nace como una casa-molino junto al río La Pique, construida hacia 1838 por Jacques Ribis, molinero de Luchon. A partir de ahí, inicia un viaje extraordinario: vendida en 1839 a Pierre Dosset, juez de paz; transformada por el comandante Édouard Levesque y su esposa; y adquirida en 1853 por Ivan de Knorring, alto funcionario del Imperio ruso.

Su esposa, Olga de Beklechoff, mantuvo la propiedad hasta 1859, cuando pasó al coronel de Balougiansky, decorado con las órdenes imperiales de Rusia y figura clave en la historia de los “chalets rusos” que complementaban la villa.

 Nadine Narischkine y la pasión de Dumas

Ivan y Olga tuvieron una hija, Nadejda (Nadine) von Knorring, quien se casó con el príncipe Alexander Narischkine. Tras enviudar, vivió una apasionada relación con el escritor Alexandre Dumas hijo, con quien tuvo a Colette en 1860. Tras la muerte del príncipe, Dumas y Nadine se casaron en diciembre de 1864, reconociendo oficialmente a su hija.

Durante sus estancias en Luchon, la villa se convirtió en escenario de esta historia romántica y literaria, envuelta en el esplendor de la época. El artista Jean-Baptiste Carpeaux, amigo íntimo de Dumas, esculpió un busto de Nadine durante una estancia cerca de Dieppe: una mujer de presencia poderosa, mirada introspectiva y elegancia serena, que aún hoy refleja el aura de su historia.

Un palacio discreto de estilo palladiano

Arquitectónicamente, la villa es un ejemplo fascinante de sobriedad clásica con toques románticos:

  • Fachada principal: de orden colosal con pilastras jónicas y un frontón triangular con óculo, inspirada en el estilo neopalladiano.
  • Loggia posterior: incorporada hacia 1860 en el jardín, sostenida por dos cariatides atribuidas al taller Virebent, posiblemente réplicas de las del Louvre esculpidas por Jean Goujon.
  • Planta original en U, posteriormente modificada al añadir un segundo piso y la loggia, suavizando su silueta con equilibrio y armonía.

Frente al río, complementando el aire aristocrático del conjunto, se construyeron tres encantadores chalets rusos, conocidos como chalets Balougiansky, erigidos para la madre de la princesa. Estos pequeños pabellones, hoy desaparecidos, aportaban un exótico encanto oriental al paisaje pirenaico.

 Cambios de manos y herencias de piedra

La villa cambió de propietarios varias veces tras la partida de los Dumas. En 1865 fue adquirida por Jacques Couterel, y en 1894, la tolosana Hélène Castaing la bautizó como Villa Santa María. Más adelante pasó a manos del notario Valette, y finalmente fue comprada por el historiador del arte Robert Mesuret en 1946, quien la conservó hasta su muerte en 1972.

Desde 2006, el edificio está inscrito como Monumento Histórico, protegidas sus fachadas, cubiertas y elementos ornamentales, asegurando que esta cápsula de historia no se pierda en el olvido.

Villa Raphaël
Villa Raphaël

Villa Raphaël: del canto a las sombras, historia de una joya luchonesa

A los pies de los Pirineos, en la encantadora Bagnères-de-Luchon, existe una casa que encierra más historias que muchos castillos centenarios. La Villa Raphaël, ubicada en el 12 boulevard Henri-de-Gorsse, es mucho más que una antigua mansión: es una cápsula del tiempo que ha sido escenario de fiestas aristocráticas, dramas políticos y episodios oscuros que marcaron la ciudad para siempre.

 Origen lírico: la época de la señorita Vestri

Construida a principios de la década de 1870, la villa fue conocida primero como Villa Vestri, en homenaje a su primera propietaria, B. Vestri, actriz y cantante del prestigioso Théâtre des Italiens. Decorada con detalles elegantes y eclécticos, incluía una clave de arco esculpida con una arpa, símbolo eterno de su antigua dueña.

Rápidamente, la villa se convirtió en uno de los salones más codiciados por la alta sociedad. En 1884, un artículo de Gil Blas narra con lujo de detalles las fiestas que se celebraban allí: cenas bajo faroles, fuegos artificiales, bailes campestres y serenatas junto al río La Pique. Por sus salones desfilaron condes, barones y damas ingeniosas como la célebre «Margot», formando parte de un Luchon que era entonces el balneario favorito de la élite europea.

 Termalismo, Clémenceau y un baño imperial

Entre los invitados notables destaca Georges Clémenceau, amigo de la señorita Vestri, quien llegó a Luchon en 1887 en plena efervescencia estival. Las termas estaban tan saturadas que hubo que cederle el Pavillon des Princes, antiguo balneario privado construido en 1867 para el Príncipe Imperial, con una bañera de mármol y salones alfombrados. El republicano feroz acabó disfrutando de los mismos lujos que los monarcas a los que tanto criticaba. Qué ironía deliciosa.

Arquitectura de elegancia esculpida

La Villa Raphaël, ya bajo ese nombre a partir de los años 1880, es una obra de arte en sí misma:

  • Una fachada de tres niveles coronada por un belvédère o mirador.
  • Un friso tallado con flores, hojas, cabezas de león y figuras aladas que rodea la villa bajo el tejado.
  • Escalera exterior de piedra, motivos de guirnaldas y harpas en relieve, y pilastras en las esquinas que aportan fuerza monumental.

En sus años de esplendor acogió personajes como Mata Hari, que habría residido allí el verano de 1912, envuelta en su aura de misterio y seducción.

 De residencia veraniega a símbolo de horror

Durante la ocupación alemana, la villa fue requisada por la Gestapo, convirtiéndose en sede de la Grenzpolizei entre 1942 y 1944. Bajo el mando de Karl-Heinz Müller y después de Charles Dethlefs, apodado Cou de Cigogne, se la conocía en voz baja como “la villa de la tortura”. El caso más estremecedor fue el de Jean Sans, contrabandista de Gouaux-de-Larboust, que consiguió escapar esposado tras haber sido detenido y torturado allí en 1943.

 Un nuevo capítulo en la Belle Époque

En 1897, el legendario hotel Le Majestic adquirió la Villa Raphaël y sus jardines, integrándola como anexo junto a la lechería y los Chalets de la Pique. Fue así como la villa pasó de lugar de fiestas a elegante prolongación del primer hotel de Luchon con calefacción central y ascensor. Desde entonces, ha sido reconvertida en apartamentos, aunque conserva su estructura original y buena parte de sus ornamentaciones, como el mirador —antiguamente con terraza cubierta— y los relieves escultóricos.

 Hoy puedes admirarla desde el exterior, mientras paseas por el boulevard Henri-de-Gorsse. La Villa Raphaël sigue ahí, testigo de amores artísticos, conspiraciones y glorias decadentes, con su harpa silenciosa tallada en piedra y sus ecos de un Luchon que vivía entre la música y el secreto.

Chalés rusos
Chalés rusos

Chalés rusos de Luchon: exotismo esculpido en madera en los Pirineos

A orillas del río La Pique, en la comuna de Saint-Mamet, los chalés rusos de Bagnères-de-Luchon aportan una nota inesperadamente oriental al paisaje alpino. Construidos en la década de 1860 por la princesa Nadejda Narischkine para su madre, forman parte del elegante universo que rodeaba a la Villa Santa María, su residencia personal al otro lado del puente.

 Belleza tallada para el alquiler aristocrático

Concebidos como residencias de alquiler para la élite, estos chalés combinaban confort, encanto exótico y originalidad arquitectónica. Ya en 1877, recibían nombres con sabor internacional: Villa Mooresque, Chalet Dona, Maria, Villa Fonteriva o Cabane Hongroise.

El más destacado, apodado “chalet morisco”, presenta planta en L y una exuberante ebanistería tallada en balaustradas y fachadas. Los balcones, terrazas y galerías exteriores están decorados con motivos geométricos y rosetones, mientras que los vanos lucen figuras recortadas que evocan djinns y duendes, dotando al conjunto de un aire casi fantástico.

Chalés rusos
Chalés rusos

Un guiño oriental en plena Belle Époque

Cada chalet tiene personalidad propia:

  • El chalet persa (n.º 2), sobrio pero elegante, incluye ventanas con marcos de ladrillo curvado, que recuerdan la arquitectura árabe-musulmana.
  • El chalet n.º 3, a orillas del río, sorprende con su terraza parcialmente cubierta y una galería adornada con rosetones entrelazados y estrellas.

Los materiales combinan mampostería revocada, madera tallada, pizarra y zinc, logrando un delicado equilibrio entre solidez y ligereza visual. El resultado: un estilo ligero y casi aéreo, muy alejado de la austeridad de la arquitectura tradicional francesa.

Chalés rusos
Chalés rusos

 De abandono al renacimiento

Tras años de olvido, los chalés estuvieron en estado de abandono. Pero desde marzo de 2020, han sido adquiridos y cuidadosamente restaurados para devolverles su esplendor original. Cada detalle recuperado es un tributo a aquella época en que Luchon vibraba con acentos rusos, danzas orientales y poesía romántica.

 Pasear por esta zona de Saint-Mamet es como descubrir una esquina de San Petersburgo o Samarcanda sin salir del Pirineo francés. Un rincón que enamora a los viajeros curiosos y amantes de la arquitectura con alma.

Villa Henriette
Villa Henriette

Villa Henriette: discreta elegancia en el corazón de Luchon

En el número 10 del boulevard Henri-de-Gorsse, entre jardines centenarios y villas aristocráticas, se alza la Villa Henriette, una de las residencias más encantadoras de Bagnères-de-Luchon. Aunque menos conocida que otras mansiones de la Belle Époque, esta villa encierra una historia ligada al lujo termal y al turismo de élite del siglo XX.

 Un anexo del Gran Hotel del Casino

Construida probablemente en la década de 1930, la Villa Henriette habría sido un anexo del Gran Hotel del Casino, situado en sus terrenos. Durante años, fue alquilada por familias adineradas que buscaban privacidad y confort durante la temporada de baños. Su nombre aparece grabado en una placa de mármol rosa en el pilar derecho del portal, como un discreto guiño a su pasado distinguido.

 Arquitectura sobria con alma

La villa está formada por dos cuerpos principales en forma de T, con una torre cuadrada al noreste y un pabellón bajo al noroeste. Su fachada, en mampostería revocada en gris, se realza con piedra amarilla en los encuadres de ventanas, esquinas y cornisas. Los tejados a dos aguas presentan aleros retranqueados sostenidos por aisseliers de madera, y una lucarna en forma de óculo corona la entrada principal.

En el piso superior, las ventanas rectangulares lucen encuadres salientes con resaltes laterales, y una de ellas se abre a un balcón de forja con lambrequines metálicos, aportando un toque romántico. La baie jumelle lateral, sostenida por columnas, recuerda la arquitectura de veraneo de principios del siglo XX.

 Una villa con alma luchonesa

Con unos 270 m² habitables y un parque arbolado de 2.000 m², la Villa Henriette fue considerada una de las belles demeures de Luchon. Su interior gira en torno a una escalera de madera monumental, y conserva aún hoy el encanto de una época en la que el descanso era un arte.

 Aunque es de propiedad privada, su silueta elegante y su historia termal la convierten en una parada obligada para los amantes del patrimonio luchonés. Un rincón donde el tiempo parece haberse detenido entre aleros, mármol rosa y veranos de lujo.

Isis al descubierto
Isis al descubierto

Isis se desvela en Luchon: arte, misterio y una diosa egipcia en los Pirineos

Entre las encantadoras calles termales y los majestuosos paisajes de Bagnères-de-Luchon, en el corazón de los Pirineos franceses, se alza una escultura de mármol que parece haber viajado desde otro tiempo y otro mundo. Su nombre: Isis se dévoile, o como también se la conoce, Isis al descubierto.

Esta imponente estatua de tres metros de altura, obra maestra del escultor André-Joseph Allar (1845–1926), fue adquirida por el Estado francés en 1901 y está considerada una de las piezas más notables del artista. Ganador del prestigioso Premio de Roma, Allar encontró inspiración en el poema místico La Vierge de Saïs de A. Guérin d’Angély, una meditación sobre el alma del universo y el deseo humano de acceder al misterio.

La escultura representa a la diosa egipcia Isis, sentada sobre un orbe solar y alzando un velo que cubre parcialmente su rostro. Su simbología es densa: del tocado emerge un uraeus coronado por cuernos de vaca y el disco solar, una referencia directa a Hathor, la diosa madre del antiguo Egipto. Bajo sus pies reposa una cobra, emblema de protección divina. En palabras del propio Allar, Isis es aquí la personificación del alma de la Tierra, de la Naturaleza y de la inteligencia universal revelándose al hombre.

Tras haber estado ubicada cerca de la estación ferroviaria y más tarde retirada por motivos de conservación, la estatua fue restaurada y desde 2016 ocupa un lugar de honor en la entrada principal del recinto del casino de Luchon. Hoy, su presencia majestuosa y enigmática atrae tanto a los apasionados del arte como a quienes buscan esa chispa espiritual en sus viajes.

El Majestic
El Majestic

El Teatro del Casino de Luchon: un escenario dorado entre montañas

En el corazón de los majestuosos Pirineos, la ciudad termal de Bagnères-de-Luchon esconde más que aguas curativas y aire puro. Allí se alza un tesoro arquitectónico que ha sabido resistir el paso del tiempo y el estruendo de los aplausos: el Teatro del Casino, una joya de la Belle Époque que aún hoy deslumbra a quien cruza su umbral.

Construido en 1880 junto al Casino en plena efervescencia del turismo termal, este teatro de estilo italiano con balcones, parterre y columnas pintadas para imitar mármol fue concebido como punto de encuentro para la élite europea. Desde sus inicios, el escenario acogió a figuras legendarias del teatro y la ópera, iluminando las noches de Luchon con glamour y sensibilidad artística.

Su decoración dorada, rica en detalles alegóricos, no pasa desapercibida. En las partes superiores del teatro, las máscaras decorativas se entrelazan con guirnaldas, mientras que cada palco está coronado por un jarrón de piedra encendido por una llama. Sobre el marco del escenario, un estandarte colgante rodeado de hojas reproduce con orgullo el lema de la ciudad: «Balneum Lixonense post Neapolitense primum» (“los baños de Luchon son los primeros después de los de Nápoles”).

Dos figuras alegóricas flanquean el escudo local: a la izquierda, Calíope, musa de la poesía y la memoria, toca la lira junto a un ángel con flauta de pan. A la derecha, probablemente Melpómene, musa de la tragedia y la armonía musical, sostiene una varita mientras un joven dormido reposa a sus pies.

Detalles como el «manto de Arlequín», un friso pintado en trampantojo que antaño adornaba la boca del escenario, reflejan el cuidado y la teatralidad del conjunto. Y, como guiño a la modernidad de la época, la gran lámpara de bronce y cristal fue electrificada desde la inauguración, marcando un hito en la historia del edificio.

Tras el derrumbe parcial del tejado en 2011, el teatro fue restaurado en 2016 gracias al esfuerzo conjunto de la ciudad y la Heritage Foundation, devolviéndole su antiguo esplendor.

 

El Casino
El Casino 

El Casino de Luchon: lujo, cultura y leyenda al pie de los Pirineos

A los pies de los Pirineos franceses, en la elegante ciudad termal de Bagnères-de-Luchon, se erige uno de los grandes símbolos del esplendor decimonónico: el Casino de Luchon, inaugurado en 1880 y considerado en su tiempo el más grande del mundo. Detrás de sus muros se esconde una historia fascinante de rivalidad entre balnearios, artistas legendarios, arquitectos visionarios y partidas de juego bajo candelabros.

De la clandestinidad al arte de vivir

Desde principios del siglo XIX, el juego en Francia transitó de la ilegalidad a una regulación sofisticada, especialmente en ciudades termales como Luchon. Aunque las leyes de 1836 y 1891 prohibieron los juegos de azar, en 1907 se permitió a los municipios-balneario abrir casinos bajo estrictas condiciones. Fue así como Luchon, que ya contaba con un teatro desde 1837 y círculos de juego populares entre la burguesía, emprendió la construcción de un auténtico palacio del entretenimiento.

Un palacio para la élite europea

El casino, diseñado por Raymond Castex junto al arquitecto parisino L’Homme, fue edificado sobre un terreno en forma de triángulo entre las Allées d’Étigny y la rivière de la Pique. Su fachada de 100 metros, su escalera central al estilo de la Ópera de París y su disposición interna de planta en T ofrecían un marco fastuoso para una sociedad ociosa en busca de placer y refinamiento. Se dice incluso que el maharajá de Kapurthala tomó su arquitectura como inspiración para su palacio en India.

El edificio albergaba salas de lectura, juego, restaurante, biblioteca, museo y un amplio salón de recepciones conocido como el Salón Tunecino. La primera planta se abría a una logia con vistas al puerto de Venasque, mientras que en el fondo, el teatro del casino (una joya que todavía hoy acoge espectáculos) brillaba con su decoración dorada y figuras alegóricas.

Duelos musicales, galas y fiestas florales

Desde sus inicios, el Casino fue escenario de conciertos dirigidos por Laurent Luigini, y con los años atrajo a artistas de la talla de La Belle Otero, Sydney Bechet o Charles Trenet. También albergó una sala de armas, un techo de vidrio Art Déco obra de los talleres Gesta, y eventos como la emblemática Batalla de las Flores.

Durante la Primera Guerra Mundial se adaptó como hospital de campaña, y tras diversas reformas en los años 20 y 50, el casino vivió su edad de oro con bailes, concursos de disfraces y noches memorables como la “Nuit du curiste”.

Declive, resistencia y esperanza de renacimiento

A pesar de su esplendor, el Casino no estuvo exento de crisis. En 2010 cerró sus puertas por problemas financieros, y aunque reabrió brevemente en 2012, volvió a clausurarse en 2013. Desde entonces, el edificio espera una nueva concesión y restauración integral. Sin embargo, el teatro y la sala Henri Pac permanecen activos, manteniendo vivo su espíritu cultural.

Un paseo por la Belle Époque

Caminar por el parque que rodea el Casino —con su gruta, su estanque serpenteante y el Pabellón Normando— es como retroceder un siglo. Un oasis de fantasía arquitectónica donde lo clásico, lo oriental y lo modernista se dan la mano.

El Majestic
El Majestic

El Majestic de Luchon: un gigante dormido con alma de Belle Époque

A pocos pasos del Casino de Luchon, rodeado por un parque de seis hectáreas y con vistas al río Pique, se alzaba imponente un símbolo del refinamiento y el lujo del siglo XIX: el Grand Hôtel du Casino, conocido más tarde como el Majestic. Su historia es la de un edificio que fue palacio, hospital, residencia y testigo silencioso de generaciones de viajeros.

Un sueño construido en piedra y terciopelo

La historia comienza en 1878, cuando el filántropo y coleccionista William Henry Riggs impulsa la construcción del hotel al mismo tiempo que se erige el casino municipal. En 1880, el Grand Hôtel abre sus puertas como el lugar más elegante de Luchon, con una terraza de 42 metros, comedor de gala y un ascensor Heurtebise, todo un lujo tecnológico de la época.

Desde el inicio, el hotel fue arrendado a grandes nombres del mundo de la hostelería como Bougois, propietario de prestigiosos hoteles en París y Cannes. Más tarde, pasaron por su dirección figuras emblemáticas como Jean-Louis Aubanel, del Café de París en Montecarlo, y Nicolas Mérini, experto en alta coctelería.

Entre jardines y música

El hotel formaba parte del circuito más selecto de la Belle Époque, atrayendo a aristócratas, artistas y viajeros distinguidos. Su terraza y sus vistas sobre los jardines eran escenario de cenas, conciertos y veladas inolvidables.

Durante la Primera Guerra Mundial, el Majestic fue requisado y transformado en hospital militar. Alojaba soldados y oficiales en colaboración con el Casino y el convento de la Esperanza. Terminada la guerra, retomó su actividad hotelera con nuevo nombre: Hôtel Majestic.

Del esplendor al silencio

El siglo XX trajo nuevos destinos al hotel. En el año 2000, pasó a manos del Ayuntamiento de Luchon tras haber sido gestionado por los Hôpitaux de Toulouse. Luego, en 2007, se vendió a una promotora inmobiliaria que lo transformó en parte en residencias turísticas: Les Jardins du Ramel. La desdicha llegó pronto. Quiebras, litigios, inundaciones en 2013 y problemas de impago llevaron al Majestic a un cierre silencioso en 2018.

Durante más de un siglo, el hotel acompañó la historia de Luchon. Desde las tardes de vals hasta los ecos de la guerra, desde los murmullos de tertulias literarias hasta el silencio de sus pasillos vacíos, el Majestic sigue siendo una presencia palaciega, aunque dormida.

Francisco I y su hermana Margarita
Francisco I y su hermana Margarita

Francisco I y Margarita de Navarra: los fundadores del saber en mármol blanco

Paseando por los tranquilos jardines de Luchon, entre fuentes, montañas y ecos de la Belle Époque, uno se topa con un grupo escultórico poco conocido pero de una elegancia serena: Francisco I y su hermana Margarita fundando el Collège de France. Una pieza que habla no solo de realeza, sino de cultura, inteligencia y visión de futuro.

Un rey humanista y su hermana mecenas

La escultura, en mármol blanco y de estilo académico refinado, fue creada en el año 1900 por Eugène Guillaume (1822–1905), uno de los grandes escultores franceses del siglo XIX. Guillaume, además de artista, fue profesor de estética e historia del arte en el Collège de France, lo que otorga a esta obra un valor personal y simbólico añadido.

En la composición, el rey Francisco I, gran promotor del Renacimiento en Francia, aparece sentado en un trono con las piernas cruzadas, gesto que denota calma y decisión. A su izquierda se encuentra su hermana, Margarita de Angulema, también conocida como Margarita de Navarra, escritora, diplomática y defensora del humanismo, de pie con porte digno. Ambos sostienen el documento de fundación del Collège de France, institución creada en 1530 para promover el saber libre, independiente de dogmas religiosos o académicos tradicionales.

La salamandra del conocimiento

Detrás del trono se puede ver un detalle encantador: la salamandra, símbolo personal de Francisco I. En la iconografía del Renacimiento francés, esta criatura mítica, capaz de resistir el fuego, representa la sabiduría, la perseverancia y la capacidad de transformación—atributos que bien describen la misión del Collège de France y el espíritu de la época.

De París a Luchon: un regalo con historia

La escultura fue encargada por el Estado francés en 1890, adquirida en 1905 y donada a la ciudad de Luchon en junio de 1951, donde hoy se exhibe como testimonio de una Francia culta, orgullosa de su herencia intelectual.

Hôtel Pyrénées Palace
Hôtel Pyrénées Palace

Pavillon Normand: el quiosco encantado del parque del casino

En medio del frondoso parque del casino de Bagnères-de-Luchon, oculto entre senderos, fuentes y el aroma de los viejos tilos, se alza un edificio que parece salido de un cuento: el Pavillon Normand, también conocido en sus inicios como Kiosque des Jeux. Un lugar donde arquitectura, memoria y fantasía se entrelazan con elegancia centenaria.

Un pabellón de juegos… y leyendas

Aunque la leyenda local cuenta que fue construido para la Exposición Universal de París de 1900, lo cierto es que el edificio fue adquirido ya prefabricado y listo para montar en mayo de 1910 por la cifra nada despreciable de 100.000 francos. Su montaje lo realizaron los hermanos Subercaze, constructores de Luchon, y para entonces ya se habían iniciado los cimientos.

Concebido como un pabellón de juegos, donde se instalaban caballitos y entretenimiento estival, el edificio pronto se convirtió en una de las joyas del recinto termal. De ahí su segundo y más duradero nombre: Pavillon Normand, en honor a su estilo regionalista inspirado en la arquitectura tradicional de Normandía.

Belleza artesanal y estructura monumental

El edificio es un magnífico ejemplo del estilo neorregionalista tan popular a comienzos del siglo XX. Está construido con estructura de madera sin juntas de mortaja ni espiga, recubierto en parte de ladrillo de cemento policromado rojo y amarillo, y rematado por una impresionante cubierta de tejas planas y una monumental armadura que da forma a sus techos inclinados.

Entre los detalles más característicos se encuentran:

  • Porches de columnas de madera torneada
  • Lucarnas de distintas formas que coronan los tejados
  • Gárgolas, molduras y canalones decorativos
  • Grandes ventanales y aperturas que permiten que la luz inunde el interior

Un espacio vivo con múltiples vidas

A lo largo del último siglo, el Pavillon Normand ha tenido múltiples usos: sala de juegos, espacio de banquetes, centro de exposiciones, lugar de conferencias e incluso, en tiempos recientes, centro de vacunación. Su polivalencia, su aire acogedor y su ubicación privilegiada lo han convertido en un espacio muy querido por los habitantes de Luchon.

Monumento Histórico

En 1999, el Pavillon Normand fue inscrito como Monumento Histórico, lo que garantiza su preservación como parte del riquísimo patrimonio Belle Époque de la ciudad.

Hôtel Pyrénées Palace
Hôtel Pyrénées Palace

Pyrénées Palace: el esplendor intacto de la Belle Époque en Luchon

Imponente, elegante y cargado de historia, el Hôtel Pyrénées Palace es mucho más que un edificio: es un testimonio de la edad dorada del turismo termal en los Pirineos. Inaugurado en 1913, fue concebido como el único hotel de lujo de 4 estrellas en toda la cordillera, y su presencia todavía domina con orgullo el boulevard Charles Tron.

El sello Niermans

Detrás de su diseño está uno de los grandes nombres de la arquitectura francesa de finales del siglo XIX: Édouard-Jean Niermans, autor de joyas como el hotel Négresco en Niza o el Moulin Rouge de París. En el Pyrénées Palace, Niermans desplegó su maestría en un edificio monumental de líneas sobrias y refinadas, con interiores decorados en un suntuoso estilo Luis XVI: escalera imperial, salones de lectura, molduras, medallones, lámparas de autor… cada rincón evoca la sofisticación de otra época.

La gran marquesina de hierro forjado que corona la fachada sur aún da la bienvenida a los visitantes, como lo hiciera antaño con aristócratas, artistas y burgueses venidos de toda Europa.

Del glamour hotelero a la elegancia residencial

Con el paso del tiempo, el hotel dejó de funcionar como establecimiento clásico y fue reconvertido en una residencia turística de apartamentos. Pese a este cambio, el Pyrénées Palace conserva su nombre y mucho de su carácter. Los apartamentos actuales ofrecen cocina equipada, balcones con vistas a las montañas, Wi-Fi y aparcamiento privado. Todo ello a pasos de los baños termales, el casino, el Parque Ramel y las pistas de tenis. El corazón de Luchon late cerca.

Dormir donde la historia descansa

Alojarse hoy en el Pyrénées Palace es hacer un guiño al pasado sin renunciar al confort contemporáneo. Las vistas a los Pirineos siguen siendo las mismas que enamoraron a los viajeros de la Belle Époque, y su arquitectura sigue contando historias silenciosas a quienes saben mirar.